Yolanda Pantin es hoy la poeta más importante de Venezuela. Su vida ha sido un largo caminar por el mundo de la poesía. Su nombre ha estado ligado a movimientos y escuelas de la poesía venezolana de los últimos años. En sus libros es posible advertir las preocupaciones y dudas que han acompañado su vida. La noción de pérdida, de dolor, de fracaso es materia de su poesía, y es allí, en esa materia, donde ella busca la belleza. Son varios los libros que Yolanda Pantin ha publicado; en todos ellos reconocemos el ser humano que sufre, que busca respuestas, explicaciones, consuelo. Es por eso que su voz es tan personal, tan honda y verdadera. Cada poema suyo lleva el sello de quien mira la vida sin adornos, como es; cada poema pretende ser un atisbo, la sospecha de una verdad que, engañosamente, siempre está la poesía a punto de revelar. En 2017 ganó el premio Casa de América de Poesía Americana. El año pasado, el premio Poesía Internacional García Lorca que concede el Ayuntamiento de Granada.
Bajo el estricto título de Un año y unos meses, dedicado a la memoria (la “más bella de las ficciones”), viene un Diario, breve, escrito sosegando relámpagos, en la más precisa poesía, es decir vida adentro, luz, la más íntima, lo más cierto: lo cotidiano –pasado por el alma. Comienza en Enero de 2016. Bueno, “comienza” es un decir. Digamos que nosotros, los lectores, llegamos ese año, ese día, que es hoy, que es siempre, pues todo es de tal honradez que el tiempo se detiene, como antes al hablar lo hacía la gente, porque hablaba consigo misma. Se detiene, sí, y se hace silencio, denso y transparente, como entre piedras de viejos y duros templos. Me quisiera aprender de memoria este poema, hecho de días, de sus secretos destellos, si no fuera tan intenso, tan personal, tan ella. Estoy seguro de que me haría más verdadero, mejor persona, más hondo.